lunes, 3 de marzo de 2014

Revueltos.

Eran las nueve, 
él venía a buscarme
dos calles más
abajo de mi casa.
Salí dando un portazo
sin pensar que
aquella noche
quedaría para siempre
en el recuerdo.

Caminaba de puntillas

aunque con paso firme.
Esquivaba los restos 
de un pasado no muy lejano
no quería,
no debía,
mirar atrás.


Nos saludamos
con dos besos rápidos
en las comisuras,
con ganas,
pero a la vez,
con timidez.
La noche era larga,
y mis pantalones 
demasiado cortos.
La brisa jugaba con su pelo
y me sentía libre 
dentro de la cautividad 
de su mirada.

Al bajar del coche
llovía demasiado, 
no teníamos a donde ir.
Encontramos un portal 
detrás del bar de siempre
y nos colamos.
Noté sus dedos rozando 
mi espalda
pero no oía sus pasos, 
sólo la respiración.

Era como estar en medio
de una tormenta de verano
donde quieres cubrirte
pero el calor se apodera de ti.
Y te dejas llevar.











.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario