Te voy a hablar del miedo
sólo porque estoy acojonada,
acojonada y con miedo a quererte más.
Es esa sensación,
ese nudo en la garganta al pensar en el dolor
y esa sonrisa de gilipollas al pensar en tu sonrisa.
Es frenar para coger impulso,
son contradicciones una y otra vez
negarte a ti mismo algo evidente
y afirmarlo sólo en tu cabeza.
Es caminar de la mano
y abandonar el miedo en el asfalto
para después recogerlo con el último beso.
Es mi miedo,
a equivocarme de nuevo.
Es mi miedo,
a que escuezas más
que la sal a las heridas.
Es miedo,
a lo que mi corazón se acostumbró.
A desquerer,
a detenerse,
a temblar,
a huir.
Ahora late,
lo hace a velocidad constante.
Con calma, con miedo.
Es tenerte en mi cama
y no querer hacerte el amor
ni mucho menos follarte;
es querer abrazarte
apoyar mi cabeza sobre tu hombro
y dormir
y sentirte
y soñarte.
Es olvidar la monotonía
y caer en la rutina
o caerme en ti
y empaparme de todo lo que olvidé.
Es desconocerme al conocerte
y conocerme al desconocerte
y quererte sin decirte lo que siento.
Y es que me imagino al miedo
como ese vértigo a las alturas
que sólo superas saltando.
Voy a saltarte.
Tú eres el miedo y yo
una puta cobarde;
son mis ganas de no huirte
y han llegado para quedarse.
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